Como ya os hemos comentado en un post anterior sobre el calendario de los cultivos, la Primavera es la época donde se debe realizar las tareas de preparación del suelo de tu invernadero para la nueva temporada de cultivos.
Tener una buena base te garantiza un año de productividad y calidad, por ello, es muy importante dedicar atención y tiempo a estas tareas. Tus semillas te lo agradecerán.
No solo hablamos de preparar el suelo natural de tu invernadero sino que estos pasos y consejos se pueden aplicar a semilleros, macetas o mesas de cultivo.
Salud del suelo
El invierno deja el suelo en un estado muy pobre, exceso de humedad, agua y frío son los elementos que inciden directamente sobre este provocando la compactación de la tierra lo cual imposibilita el flujo de aire y agua. Si el año pasado has sembrado también nos encontraremos con una falta de nutrientes por el desgaste provocado. Con todo ello es el momento idóneo para comenzar la preparación del suelo de tu invernadero.
¿Qué tipo de terreno tenemos?
Por lo general se suelen distinguir entre dos:
- Terreno arenoso, suele ser seco con grandes partículas. Esto permite una gran oxigenación del terreno.
- Terreno arcilloso, tierra pesada, húmeda y adherente. Suele retener la humedad muy bien y posee grandes nutrientes.
Es fácil detectarlos con solo tocarlos o regarlos para ver su comportamiento. El mejor suelo, es el que mantiene una proporción equitativa entre ambos.
Elimina la Maleza
Debemos saber erradicar las malas hierbas para que estas no intervengan de forma negativa en el desarrollo y crecimiento de nuestras semillas. Este proceso debemos repetirlo cada cierto tiempo, ya que es inevitable eliminarlas para siempre debido al riego del terreno.
La mejor forma de eliminarlas es la más rudimentaria y antigua, es decir, de forma manual, mediante un rastrillo, azada o propiamente con tus manos. Si podéis, evitar todo tipo de químico. Pensar que en este terreno vamos a plantar productos de alimentación, donde buscamos primar el sabor y la calidad.
Airea y Mulle
A la hora de manipular el suelo no podemos tener una tierra que levante exceso de polvo (muy seca) ni tampoco montones de tierra apelmazada (muy húmeda). Por lo tanto, debemos llevar a cabo las tareas de airear y mullir el terreno.
Son labores básicas que nos aportan oxigenación y rejuvenecimiento de la tierra. Como preparación, antes de realizar esta tarea, intenta regar el suelo un par de días para que se encuentre un tanto húmedo.
Para realizar esta tarea, con una simple pala es suficiente. Cava una media de 20-25 cm en la zona donde piensas sembrar, esta tierra la puedes retirar o mezclar con compost para mantener un suelo equilibrado y ser menos invasivo. De lo contrario, podemos rellenar ese hueco cavado con tierra comprada para el uso.
Alisa el terreno
Con el suelo oxigenado, alimentado con fertilizante y sin malas hierbas toca alisarlo. Este proceso consiste en obtener un suelo uniforme, con un toque de la tierra fino y una textura suave. Hay que evitar encontrarse con pegotes de tierra, al contrario, nuestro objetivo en este punto es haberlos hecho desaparecer, si los encuentras intenta deshacerlos.
Con un simple rastrillo puedes llevar a cabo esta tarea tan sencilla pero no menos importante.
Abonar
El abono se utiliza para alimentar la tierra con minerales y nutrientes que le faltan, son como las vitaminas que los humanos tomamos. Enriquecen los suelos, lo cual mejora su sustrato, estimula el crecimiento y reafirma las propiedades del terreno.
Tenemos dos tipos de abonos:
- Orgánicos: En este apartado incluimos el estiércol, compost, humus de lombriz…
- Inorgánicos: Son abonos minerales, por lo general, productos químicos sintetizados.
Dentro de los inorgánicos, tenemos cuatro opciones:
- Convencionales
- Lenta Liberación
- Líquidos
- Foliares (se aplican sobre las hojas).
Resumen
Os dejamos un vídeo donde explican todas las fases de la preparación del suelo de un invernadero de una forma visual, la cual podéis ir siguiendo a modo tutorial.